¿Más allá del narcisismo?
por Joan Vicens Sard
El breve ensayo de Liu Cixin Más allá del narcisismo: lo que la ciencia ficción puede ofrecer a la literatura (2009) es una reevaluación audaz, controvertida y arriesgada del vínculo entre literatura y ciencia ficción. En él, el autor rebate la visión canónica y ortodoxa que clasifica la ciencia ficción como una mera subcategoría de la literatura, aventurando una relación radicalmente diferente entre ambas disciplinas. Aunque coincide con la idea de que la ciencia ficción no es literatura, lo hace desde una perspectiva original que nada tiene que ver con la que considera la ciencia ficción como poco más que un subgénero o un divertimento, sino todo lo contrario: califica la ciencia ficción como un artificio capaz, al menos potencialmente, de trascender las limitaciones de la literatura tradicional, de ofrecer soluciones a las limitaciones propias de este arte, invirtiendo así la jerarquía entre ambas.
Por un lado, Liu Cixin parte de la premisa de que la literatura es una disciplina miope, esencialmente creada y orientada alrededor del género humano. Una posición que le lleva a concluir que esta padece de un inherente “narcisismo antropocéntrico” del que nace y se alimenta creando un corpus en constante expansión y del que le es imposible escapar. Por otro lado, sitúa a la ciencia ficción —de la que admira su amplitud de miras— en otro plano, calificándola como género aparte: tiene como “fuente […] la ciencia”, remarca, para validar la argumentación; amplía el espectro y la escala, y se centra en estudiar “la relación entre la humanidad y la naturaleza”. “Si uno pudiera ver todo el Tiempo –desde el nacimiento del Universo hasta ahora— como si fuera un año, la Humanidad sólo emergería en el último segundo”, remacha.
Si bien argumenta que merece la pena estudiar y representar a la humanidad, no puede perdonar a la literatura su desprecio por casi la totalidad de la Historia. Recrimina a la literatura su incapacidad para tomar perspectiva, utilizando a grandes clásicos universales como Guerra y Paz de Tolstoi para demostrar que, incluso los pasajes más “macro”, se quedan evidentemente cortos y, además, deben ser forzosamente separados del cuerpo de la novela para que quede claro que “son hechos históricos, no un elemento orgánico de [la] obra”. Ahí sitúa él la gran diferencia entre ambas disciplinas: lo micro y lo macro, lo menor y lo mayúsculo, lo nimio de lo verdaderamente importante. Su visión al respecto es contundente, pues incluso llega a afirmar que la “literatura describe el mundo creado por Dios, mientras que la ciencia ficción toma el papel de Dios, creando mundos y luego describiéndolos”.
Teniendo en cuenta su punto de partida, no es extraño que para abrir el artículo Liu Cixin afirme que no solamente no aspiraba a ser escritor sino que “nunca se [le] habría ocurrido que estaría tan estrechamente relacionado con el mundo de la literatura. Especialmente porque incluso a día de hoy [2013] no sient[e] especial atracción por ella”. Liu Cixin, por tanto, se presenta como un integrante –si no un adalid— de una revolución que va más allá de la literatura, un exponente inesperado de una clase de autor que ha trascendido el género y sus limitaciones. Sí muestra su interés y admiración, en cambio, por la ciencia ficción. Eso es, por supuesto, debido a la supuesta base científica del género, y a las paradojas científicas que pueden ser representadas mediante esta disciplina.
Del discurso de Liu Cixin se desprende una comprensión del mundo en que ciencia y literatura son conceptos completamente discretos, claramente separados el uno del otro, aparentemente irreconciliables. De hecho, si incluimos la división que hace entre Literatura e Historia a partir del ejemplo de Guerra y Paz, lleva su categórica división entre disciplinas aún más allá. Parece, sin embargo, pasar por alto un detalle sumamente importante: la división entre las tres disciplinas es más problemática de lo que parece. La Historia (e historiografía), especialmente en sus vertientes más narrativas, es difícilmente distinguible de los otros dos géneros, como ocurre con la propia ciencia ficción, siempre y cuando se tome una definición más amplia –o generosa— del concepto de Literatura como “arte de la expresión verbal”, base fundamental de las tres disciplinas.
Y es que, entendida de forma literal y no como una mera figura retórica o una hipérbole, la argumentación de Liu Cixin crea para sí misma una trampa de la que no puede escapar. Él mismo describe sus primeras obras como “ciencia ficción dura” y luego afirma haber tenido que recurrir a “compromisos” para poder alcanzar un público más amplio, un compromiso que él cataloga de “forzado”, pero que al fin y al cabo le lleva a escribir sus “obras más exitosas”. No parece, al menos en Más allá del Narcisismo, entender este detalle como una contradicción. Sin embargo, es este un detalle clave que deja un enorme margen para disputar la validez de su premisa, la de la supuesta insolubilidad entre ciencia y letras.
Tomando como referencia el contexto histórico y sociopolítico en que transcurre la vida de Liu Cixin, una China inmersa en un cambio de paradigma; un período de transformación radical en que (al menos aparente y superficialmente) se pretende dejar atrás la tradición para introducir, en su lugar, una nueva cosmovisión en que lo moderno ha de ocupar un lugar preeminente, desplazando a un segundo y lejano plano a todo aquello que no ayude a la mejora (personal y social) del país. Los conceptos asociados a la modernidad (urbanidad, ciencia, tecnología, etc.), por tanto, se oponen, anteponen e imponen a los que remiten a la tradición (mundo rural, pasado, religión, etc.). En este contexto, la ciencia y todo aquello que tiene que ver con el cientifismo gozan de un estatus prominente, son favorecidos política, social o económicamente.
Esta ideología dominante, sin embargo, parece olvidar que la propia Ciencia es un producto intrínsecamente humano, de lo que cabe deducir que la ciencia ficción no solamente toma como forma la expresión literaria sino que podría ser un subproducto del cientificismo. Desde esta otra perspectiva más latouriana, podría entenderse la visión de Liu Cixin, paradójicamente, como incapaz de escapar de la literatura y de su “narcisismo antropológico”. En cierta medida, ampliando el marco, la ciencia ficción solamente consigue plasmar nuevas obsesiones derivadas de una cosmovisión contemporánea de la que no puede zafarse el (¿ningún?) autor. Acaba, Liu Cixin, atrapado en una falsa dicotomía a la que se aferra hasta las últimas consecuencias: “una historia que no se centra en la naturaleza humana no puede ser aceptada como literatura”, remata, confiriendo a su obra casi por o gracias a su error la capacidad de capturar el zeitgeist de la China de inicios del siglo XXI.
Joan Vicens Sard, exeditor de la Hong Kong University Press, Máster en Estudios Chinos (Universitat Pompeu Fabra) y Máster en Relaciones Internationales (Macquarie University). Ejerció como profesor de español en Kaifeng (Henan) durante año y medio. En la actualidad, reside y trabaja en Hong Kong, donde se instaló a inicios de 2014.