Convertirse en un inmortal

聊斋Por Pu Songling

Los señores Zhou y Cheng, de Wendeng, eran compañeros de clase. Habían tenido, como se decía en la antigüedad, una relación como la del mazo y el mortero. Cheng, que era muy pobre, recurría a Zhou durante todo el año, que era el mayor de ambos. Cheng llamaba a la mujer de Zhou «cuñada». Pasaban juntos el año nuevo y demás festividades, como si fueran una única familia. La mujer de Zhou murió poco después de dar a luz, y el viudo se casó entonces con una muchacha llamada Wang, tan joven que Cheng no se atrevía ni a mirarla.

Un día, el hermano menor de Wang fue a visitarla, y celebraron un banquete en las estancias interiores. Cuando fue Cheng, Zhou los invitó a todos a entrar en la estancia, pero Cheng rechazó la propuesta y se marchó. Zhou fue tras él hasta una habitación contigua, hasta que por fin Cheng accedió a sentarse. En ese momento, vino un sirviente a darle un mensaje: el magistrado del condado ha condenado a un criado de la casa de los Zhou a ser azotado con una vara de bambú. Resultó que había en el condado alguien de la familia Huang, del Ministerio de Personal, que había soltado a las vaquillas en tierras de Zhou y estas lo habían destrozado todo. Por ello, un sirviente de la casa de Zhou se encaró con él. El sirviente de los Huang se lo contó a su amo, quien mandó al sirviente de Zhou ante las autoridades locales, que lo castigaron. Zhou, muy enfadado, preguntó la verdadera razón, y dijo: «¿Cómo se atreve a hacer eso un mero sirviente de los cerdos y las cabras de la familia Huang? ¡Su padre fue sirviente de mi abuelo, parece como si de repente hubiera perdido el juicio!». Por un momento, estaba tan furioso que quería ir a pedirle explicaciones a los Huang. Cheng lo agarró del brazo y le dijo: «El mundo está lleno de bandidos que no distinguen el blanco del negro, y además hoy en día la mitad de los magistrados de condado son forajidos sin cuchillo». Zhou no le prestó atención, pero Cheng siguió intentando persuadirlo, y hasta que Cheng no dejó escapar sus lágrimas, Zhou no desistió de sus intenciones. No obstante, seguía tan agitado que no consiguió dormir en toda la noche.

Al día siguiente, Zhou dijo en la casa: «Los Huang me han engañado. Ahora son mis enemigos, por el momento lo dejaremos así. Pero el magistrado del condado responde ante las autoridades imperiales, no está al servicio de la familia Huang. Si hay una disputa entre varias personas, tiene que informar al tribunal, ¿por qué ha actuado como un perro, respondiendo al primer silbido de su dueño? Ahora yo también voy a acusar al sirviente de los Huang, a ver cómo se defiende». Los familiares lo apoyaron, así que decidió presentar ante el magistrado del condado una denuncia escrita. Para su sorpresa, el magistrado agarró el documento y lo rompió delante de él. En el tribunal, Zhou dedicó unas palabras muy ofensivas al magistrado y este, enfurecido en extremo, mandó que lo encarcelaran.

Después del desayuno, Cheng fue a la casa de Zhou, y fue entonces cuando se enteró de que su amigo había acudido al tribunal en la ciudad. Se apresuró a ir para intentar disuadirlo de dicha idea, sin saber que ya había había entrado en prisión. De momento, no sabía qué hacer.

Ese día, capturaron en el condado a tres piratas. El magistrado estaba discutiendo con la familia Huang acerca de sobornarlos para hacerlos confesar que Zhou era un miembro de su banda. A partir de esta confesión, el magistrado podría retirarle a Zhou el cargo que poseía y después someterlo a un interrogatorio con tortura.

Cuando llegó Cheng para verlo, los dos amigos, al verse cara a cara, se lamentaron ante la situación. Cheng propuso ir a la capital para apelar la sentencia ante el emperador. Zhou respondió: «Estoy aquí atrapado como un pájaro en una jaula y, aunque tengo a mi joven hermano, lo único que este puede hacer por mí es traerme alimento». Cheng dijo: «Es culpa mía por no haberte ayudado en momentos tan difíciles como estos ¿Qué clase de amigo soy?» Cuando el hermano menor de Zhou fue a darle dinero para los gastos del viaje, Cheng ya se había marchado hacía un buen rato.

Cheng llegó a la capital, pero no tenía ningún contacto allí. Escuchó que el emperador iba a salir de caza, de modo que se escondió entre los árboles para salir en el momento justo y, a lágrima viva, clamar por la injusticia a la que habían sometido a Zhou. Recibió permiso para presentar su denuncia en el tribunal. Llegó el décimo mes, ya se había propuesto la decapitación de Zhou. Recibida la orden con gran sorpresa, el gobierno se encargó del caso y lo revisó. Los Huang también se asustaron mucho, e intentaron pensar en alguna forma de matar a Zhou, por lo que sobornaron al carcelero para que no le diese comida ni bebida y para que impidiera que le llegara la comida que le traía su familia.

Cheng volvió al tribunal para protestar por esta injusticia. Cuando llamaron al prisionero, estaba tan débil que no podía ni mantenerse en pie. El juez, muy enfadado, condenó al carcelero a ser golpeado con una vara hasta la muerte. Los Huang entraron en pánico al recibir la noticia, pues tendrían que gastar miles de liang en sobornos para poder salvarse. El juez los condenó al exilio de por vida.

Zhou fue liberado y volvió a su casa, sintiendo por Cheng una amistad más íntima que nunca. Tras haber pasado por semejante episodio, Cheng entendió plenamente cómo funcionaba el mundo e invitó a Zhou a vivir retirado en la montaña. Sin embargo, como echaba mucho de menos a su joven esposa, evadió la propuesta con una sonrisa. Aunque Cheng no dijo nada más, él ya había tomado una decisión definitiva.

Pasaron varios días sin que Cheng visitase a Zhou, de modo que este envió a alguien a casa de Cheng para preguntar por él. Sus familiares dijeron que pensaban que había estado todos esos días en casa de Zhou y no había vuelto. Zhou sabía que algo no iba bien;  mandó buscarlo en templos y en la montaña Ming, y ayudó económicamente al hijo de Cheng.

Pasaron ocho o nueve años, y de repente apareció Cheng, vestido como un monje taoísta y con una apariencia muy solemne. Zhou lo tomó de las manos y le dijo: «¿Dónde te fuiste? Te he buscado por todas partes». Cheng contestó: «La nube solitaria y la grulla salvaje no habitan en lugares fijos. Me alegro de verte en buena salud». Zhou mandó servir el licor, preguntó con detalle e intentó persuadirlo para que abandonase el hábito taoísta. Cheng sonrió sin decir una palabra. Zhou dijo: «¿Por qué abandonaste a tu mujer como a unas viejas babuchas?». Cheng respondió: «No es así. Son otros los que me van a abandonar a mí». Zhou le preguntó dónde vivía, y Cheng le dijo que vivía en el palacio de la Pureza, en el monte Lao. Al caer la noche se acostaron, y Zhou soñó que Cheng, desnudo, se echaba sobre su pecho. Le preguntaba que qué estaba haciendo, pero no le respondía. Zhou se despertó de un sobresalto y llamó a Cheng, pero no recibió ninguna respuesta. Se dio cuenta de que estaba durmiendo en la cama de Cheng, y pensó: «Anoche no me emborraché en absoluto, ¿cómo es posible que me haya cambiado de sitio?». Llamó a un sirviente y, bajo la luz del candelabro que portaba, se dio cuenta de que él mismo se había convertido en Cheng. Tenía una frondosa barba, pero se la mesó de inmediato y solo notó unos cuantos pelos aislados. Al verse en el espejo, dijo muy sorprendido: «Si Cheng está aquí, entonces, ¿adónde me he ido yo?» Inmediatamente después, se dio cuenta de lo que ocurría: todo era un truco mágico de Cheng para convencerlo de que se marchase con él. Quiso entrar en una habitación, pero su hermano, engañado por su apariencia, no lo dejó entrar. Zhou intentó explicar la situación, pero al final no le quedó otra alternativa que ordenar a un sirviente que preparara un caballo para salir en busca de Cheng.

Varios días después llegó al monte Lao, tan rápidamente que el sirviente no podía ir al ritmo del caballo. En el monte Lao vio a muchos monjes taoístas yendo y viniendo, así que le preguntó a uno de ellos sobre Cheng. «Creo que he escuchado ese nombre antes, me parece que vive en el palacio de la Pureza», le contestó. Justo después de decir esto, fue a hablar con otra persona. Esa persona era un monje que había sido antiguo compañero de Cheng y, al ver a Zhou, se acercó y le dijo: «Hace mucho que no nos vemos, todo el mundo pensaba que estabas en la montaña Ming siguiendo el camino del tao, ¿cómo es que te has quedado en nuestro mundo de mortales?» Zhou le explicó acerca de su cambio de apariencia y el otro le dijo sorprendido: «Acabo de verlo y pensaba que eras tú. Se acaba de ir, así que debe de seguir por aquí cerca». Zhou dijo «Qué extraño, ¿cómo es que no he reconocido mi propia cara?» Poco después llegó su sirviente, al que Zhou dio las riendas del caballo y mandó que volviera a casa, pues continuaría la búsqueda él solo. No era apropiado montar a caballo en el monte y, además, pensó que no tenía ninguna casa a la que regresar, de modo que seguiría buscando hasta encontrar finalmente a Cheng.

En la lejanía divisó a un joven, y fue hacia él para preguntarle por Cheng. Este afirmó ser su discípulo. El joven cargó con la ropa y comida de Zhou y le guió en el camino. Caminaban durante el día y descansaban por la noche. Pasados tres días, llegaron. Pero el palacio de la Pureza no era como él se lo imaginaba.

Ya estaban a mediados de la décima luna, pero los colores de las flores del monte aún brillaban, no parecía un paisaje invernal. El discípulo entró e inmediatamente después Cheng salió a recibirlos. En ese momento, Zhou reconoció en él claramente su propia cara. Cheng lo tomó de las manos para que entrara y le sirvió licor. Vio a unos pájaros extraños cerca de donde estaban sentados, no tenían miedo de los humanos y trinaban como una flauta, lo que le provocaba una extraña sensación. Sin embargo, echaba de menos a su familia, de modo que no deseaba quedarse demasiado. Se sentaron sobre dos esteras que había en el suelo. A medianoche, en un abrir y cerrar de ojos, tenía la sensación de que se había cambiado de sitio con Cheng. Se tocó la barbilla y comprobó que tenía la frondosa barba de siempre.

Al amanecer, decidió volver a casa. Cheng consiguió que se quedara tres días más, al cabo de los cuales Cheng le dijo: «Descansa un poco más y luego te acompañaré a casa». Nada más cerrar los ojos, escuchó a Cheng decir: «¿Estás preparado ya? Vámonos». Zhou siguió a Cheng, pero el camino no era el mismo por el que había venido. Poco después, vio la puerta de su casa. Cheng se sentó en el camino y esperó a que Zhou siguiera solo de vuelta a casa. Al tocar a la puerta nadie le abrió, y pensó en saltar el muro. Como era tan ligero como una hoja, podría entrar de un salto.

Hizo lo mismo con unos cuantos muros más y por fin llegó al dormitorio. Había en su interior velas encendidas, lo que indicaba que su esposa aún no se había acostado. Escuchó los susurros de ella y alguien más. Se pegó a la ventana, miró a hurtadillas y la vio bebiendo con un sirviente, acurrucados de forma muy íntima. Se enfureció muchísimo y quiso entrar para agarrarlos desprevenidos, pero pensó que él solo no lo conseguiría. Salió sin hacer ruido y le pidió ayuda a Cheng, que aceptó. Volvió al dormitorio y llamó violentamente a la puerta con una piedra, causando gran confusión en el interior. Cuanto más fuerte tocaba, más cerrada estaba la puerta. Cheng consiguió abrirla con una espada y, en cuanto se abrió, Zhou entró. El sirviente se fue corriendo por la ventana. Al salir, Cheng le cortó un brazo con la espada. Zhou interrogó con torturas a su mujer, y fue entonces cuando descubrió que ella había cometido adulterio desde el momento en que él había sido encarcelado. Zhou agarró la espada de Cheng, decapitó a la mujer y colgó sus intestinos en un árbol. Después, ambos amigos siguieron el camino para marcharse. De repente se despertó; estaba tumbado en la cama. «¡Qué sueño más extraño, qué miedo he pasado!», gritó. Cheng dijo riéndose: «Piensas que los sueños son realidad y que la realidad es un sueño». Zhou le preguntó el porqué. Cheng le mostró la espada ensangrentada. Zhou pensó que volvería a tratarse de un truco mágico. Cheng, consciente de que no lo creía, lo acompañó a su casa. Al llegar, Cheng le dijo: «Aquella noche te esperé aquí con mi espada. Hoy seguimos esperándonos. Me marcharé antes de que se haya puesto el sol en la montaña». Zhou llegó a casa y encontró la entrada totalmente desierta, parecía que allí no vivía nadie. Fue a casa de su hermano menor, quien al verlo le dijo llorando: «Cuando te fuiste, unos ladrones vinieron y asesinaron a mi cuñada, le abrieron el estómago y le sacaron los intestinos. Lo he denunciado a las autoridades, pero aún no han encontrado a los asesinos». En ese momento, Zhou se despertó como de un sueño.  

Le contó todo lo sucedido a su hermano, y le pidió que no continuara con las investigaciones. Zhou preguntó entonces por su hijo; mandó que lo trajeran y dijo: «Él es el heredero de la familia Zhou, espero que lo criéis bien. Hermano, deseo apartarme del mundo de los hombres». Zhou salió de la casa con una sonrisa. Al salir, caminó junto a Cheng. Volvió la cabeza y le dijo a su hermano: «¡La paciencia es la mayor de las alegrías!». El hermano quiso decirle algo, pero Cheng agitó su manga y desaparecieron. Su hermano se quedó un rato inmóvil y luego volvió a casa llorando con profundo dolor.

El hermano de Zhou mantuvo su palabra y no se hizo con el poder dentro de la familia. Varios años después, la economía familiar se hundió. El hijo de Zhou creció y no había dinero para contratar a un tutor, por lo que tuvo que estudiar por su cuenta. Una mañana, al entrar en su estudio vio que había en el escritorio una carta sellada, en la que podía leerse «Para mi hermano» escrito con la caligrafía de su hermano. La abrió y estaba vacía, salvo por un trozo de garra, que medía como medio palmo. Le pareció muy extraño y colocó la garra sobre la piedra de tinta. Salió a preguntar a sus familiares cómo había llegado hasta ahí esa carta, pero nadie lo sabía. Al volver a la habitación, vio que la piedra de tinta se había convertido en oro. Brillaba intensamente, le parecía increíble. Entonces, frotó el trozo de garra sobre bronce y hierro, que también se convirtieron en oro. Se hizo muy rico y le dio al hijo de Cheng dos mil monedas de oro.

Según cuenta la leyenda, las dos familias poseían el arte de convertir las cosas en oro.

Traducción de Mario Peña Álvarez

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成仙

蒲松齡(著)

文登周生与成生少共筆硯,遂訂為杵臼交。而成貧,故終歲依周。論齒則周為長,呼周妻以嫂。節序登堂如一家焉。周妻生子,產后暴卒,繼聘王氏,成以少故,未嘗請見之。一日王氏弟來省姊,宴于內寢。成适至,家人通白,周坐命邀之,成不入,辭去。周追之而還,移席外舍。

甫坐,即有人白別業之仆為邑宰重笞者。先是,黃吏部家牧佣,牛蹊周田,以是相詬。牧佣奔告主,捉仆送官,遂被笞責。周因詰得其故,大怒曰:“黃家牧豬奴何取爾!其先世為大父服役,促得志,乃無人耶!”气填吭臆,忿而起,欲往尋黃。成捺而止之,曰:“強梁世界,原無皂白。況今日官宰,半強寇不操矛弧者耶?”周不听。成諫止再三,至泣下,周乃止。怒終不釋,轉側達旦,謂家人曰:“黃家欺我,我仇也,姑置之。邑令朝廷官,非勢家官,縱有互爭,亦須兩造,何至如狗之隨嗾者?我亦呈治其佣,視彼將何處分。”家人悉慫恿之,計遂決。以狀赴宰,宰裂而擲之,周怒,語侵宰。宰慚恚,因逮系之。

辰后,成往訪周,始知入城訟理。急奔勸止,則已在囹圄矣。頓足無所為計。時獲海寇三名,宰与黃賂囑之,使捏周同党。据詞申黜頂衣,搒掠酷慘。成入獄,相顧凄酸。謀叩闕。周曰:“身系重犴,如鳥在籠,雖有弱弟,止堪供囚飯耳。”成銳身自任。曰:“是予責也。難而不急,烏用友也!”乃行。周弟贐之,則去已久矣。至都,無門入控。相傳駕將出獵,成預隱木市中。俄駕過,伏舞哀號,遂得准。驛送而下,著部院審奏。時閱十月余,周已誣服論辟。院接御批,大駭,复提躬讞。黃亦駭,謀殺周。因賂監,絕其飲食,弟來饋問,苦禁拒之。成又為赴院聲屈,始蒙提問,業已饑餓不起。院台怒,杖斃監者。黃大怖,納數千金,囑為營脫,以是得朦朧題免。宰以枉法擬流。

周放歸,益肝膽成。成自經訟系,世情灰冷,招周偕隱。周溺少婦,輒迂笑之。成雖不言,而意甚決。別后數日不至。周使探諸其家,家人方疑其在周所;兩無所見,始疑。周心知其异,遣人蹤跡之,寺觀岩壑,物色殆遍。時以金帛恤其子。

又八九年,成忽自至,黃巾氅服,岸然道貌。周喜把臂曰:“君何往,使我尋欲遍?”成笑曰:“孤云野鶴,栖無定所。別后幸复頑健。”周命置酒,略通間闊,欲為變易道裝。成笑不語。周曰:“愚哉!何棄妻孥猶敝屣也?”成笑曰:“不然。人將棄予,其何人之能棄。”問所栖止,答在勞山上清宮。既而抵足寢,夢成裸伏胸上,气不得息。訝問何為,殊不答。忽惊而寤,呼成不應。坐而索之,杳然不知所往。定移時,始覺在成榻,駭曰:“昨不醉,何顛倒至此耶!”乃呼家人。家人火之,儼然成也。周固多髭,以手自捋,則疏無几莖。取鏡自照,訝曰:“成生在此,我何往?”已而大悟,知成以幻術招隱。意欲歸內,弟以其貌异,禁不听前。周亦無以自明,即命仆馬往尋成。

數日入勞山,馬行疾,仆不能及。休止樹下,見羽客往來甚眾。內一道人目周,周因以成問。道士笑曰:“耳其名矣,似在上清。”言已徑去。周目送之,見一矢之外,又与一人語,亦不數言而去。与言者漸至,乃同社生。見周,愕曰:“數年不晤,人以君學道名山,与尚游戲人間耶?”周述其异。生惊曰:“我适遇之而以為君也。去無几時,或亦不遠。”周大异,曰:“怪哉!何自己面目覿面而不之識?”仆尋至,急馳之,竟無蹤兆。一望寥闊,進退難以自主。自念無家可歸,遂決意窮追。而怪險不复可騎,遂以馬付仆歸,迤邐自往。遙見一童獨立,趨近問程,且告以故。童自言為成弟子,代荷衣糧,導与俱行。星飯露宿,逴行殊遠。三日始至,又非世之所謂上清。時十月中,山花滿路,不類初冬。童入報,成即出,始認己形。執手而入,置酒宴語。見异彩之禽,馴入不惊,聲如笙簧,時來鳴于座上,心甚异之。然塵俗念切,無意留連。地下有蒲團二,曳与并坐。至二更后,万慮俱寂,忽似瞥然一盹,身覺与成易位。疑之,自捋頷下,則于思者如故矣。既曙,浩然思返。成固留之。越三日,乃曰:“迄少寐息,早送君行。”甫交睫,聞成呼曰:“行裝已具矣。”遂起從之。所行殊非舊途。覺無几時,里居已在望中。成坐候路側,俾自歸。周強之不得,因踽踽至家門。叩不能應,思欲越牆,覺身飄似葉,一躍已過。凡逾數重垣,始抵臥室,燈燭熒然,內人未寢,噥噥与人語。舐窗一窺,則妻与一廝仆同杯飲,狀甚狎褻。于是怒火如焚,計將掩執,又恐孤力難胜。遂潛身脫扃而出,奔告成,且乞為助。成慨然從之,直抵內寢。周舉石撾門,內張皇甚。擂愈急,內閉益堅。成撥以劍,划然頓辟。周奔入,仆沖戶而走。成在門外,以劍擊之,斷其肩臂。周執妻拷訊,乃知被收時即与仆私。周借劍決其首,罥腸庭樹間。乃從成出,尋途而返。

驀然忽醒,則身在臥榻,惊而言曰:“怪夢參差,使人駭懼!”成笑曰:“夢者兄以為真,真者乃以為夢。”周愕而問之。成出劍示之,濺血猶存。周惊怛欲絕,竊疑成譸張為幻。成知其意,乃促裝送之歸,荏苒至里門,乃曰:“疇昔之夜,倚劍而相待者非此處耶!吾厭見惡濁,請還待君于此。如過晡不來,予自去。”周至家,門戶蕭索,似無居人。還入弟家。弟見兄,雙淚交墜,曰:“兄去后,盜夜殺嫂,刳腸去,酷慘可悼。于今官捕未獲。”周如夢醒,因以情告,戒勿究。弟錯愕良久。周問其子,乃命老嫗抱至。周曰:“此襁褓物,宗緒所關,弟善視之。兄欲辭人世矣。”遂起徑去。弟涕泗追挽,笑行不顧。至野外見成,与俱行。遙回顧,曰:“忍事最樂。”弟欲有言,成闊袖一舉,即不可見。悵立移時,痛哭而返。周弟朴拙,不善治家人生產,居數年,家益貧;周子漸長,不能延師,因自教讀。一日早至齋,見案頭有函書,緘封甚固,簽題“仲氏啟”,審之為兄跡。開視則虛無所有,只見爪甲一枚,長二指許,心怪之。以甲置硯上,出問家人所自來,并無知者。回視,則硯石燦燦,化為黃金,大惊。以試銅鐵皆然。由此大富。以千金賜成氏子,因相傳兩家有點金術云。