por Dai Jinhua
Traducción de Tyra Díez
Hablar de la mujer en China, al igual que hablar de China, requiere en primer lugar trazar sus coordenadas ciertamente complejas y confusas.
En los últimos veinte años, la incesante promoción de la capitalización y la entrada en pleno en el proceso globalizador han intensificado, mucho más que solucionado, los conflictos y antagonismos en el seno de la sociedad china. En un sentido muy real, existe, con mucho, más de una «China»: la China urbana y la China rural, la China de la costa y la del interior, la China de los jóvenes y la de los viejos, la China de los nuevos ricos y la de los nuevos pobres….Los polos opuestos que éstas conforman, las condiciones y problemas ligados a cada una de ellas son tan diversos que hacen que «China» o «mujeres chinas» se conviertan en una forma de hablar, en unos objetos del discurso cuya demarcación se difumina.
Y así, no nos es posible usar ligeramente las fórmulas «progreso o retroceso», «mejoramiento o empeoramiento» para describir el estado general de las mujeres en la China contemporánea. Aún atravesando todo el siglo 20, el movimiento de emancipación de la mujer en China tiene casi el mismo principio y final que el de la Revolución Democrática de los primeros años de la República China, si bien su emancipación completa a nivel político, económico y legal no se produce sino en 1949 — no es hasta los inicios del establecimiento de la República Popular cuando es capaz de realizarse y completarse. La «Nueva China» consolidó entonces una serie de medidas legales que, hasta hoy, hacen que las mujeres chinas sean a nivel legal y de derechos las mujeres con más alto grado de emancipación del mundo. Se puede decir que la «reforma agraria» a lo largo y ancho del país posibilitó aquello de «la tierra para quien la trabaja»; también que son logros difícilmente cuestionables de la sociedad china de la era maoísta la puesta en marcha de la industrialización del país y la emancipación de la mujer, ambas bajo condiciones de escasez de recursos naturales, de superpoblación, y bajo el bloqueo añadido de los dos grandes grupos ideológicos que siguió al encontronazo este-oeste.
Al igual que el gaigekaifang (reforma y apertura) y la «marcha hacia el mundo» que puso a China en la órbita de la globalización de la década de los 80 fue promovido sobre la base del proceso previo de industrialización (o, como alguien diría, del proceso de otro tipo de modernización), la profundización y el impulso del tema de la mujer en la «Nueva Era» de Deng Xiaoping es una consecuencia directa de la anterior emancipación de las mujeres, siendo ésta su premisa y fundamento. En cierto sentido, los sonoros éxitos que lograron en la corriente dominante del mercado cultural las numerosas artistas chinas que emergieron en los 80 (escritoras, poetas, directoras de cine, dramaturgas, pintoras, escultoras…) y la entera cultura de la mujer que tomó forma durante estos años, son precisamente las últimas glorias brotadas del sistema cultural socialista de la igualdad entre hombre y mujer –y así es, a pesar de que estas glorias consistan en la revisión, la crítica y la liquidación de la entera historia socialista china y de la situación de las mujeres en ella. Si decimos que esto no está exento de absurdidad y paradoja, semejante situación paradójica es, no obstante, la realidad omnipresente en China desde los años 80.
Así pues, si decimos que la apertura de la era Deng Xiaoping hizo que la China del gaigekaifang dependiese e interaccionase más que nunca con el resto del mundo, y que se inició así un proceso radicalmente nuevo de «progreso histórico», también hemos de decir que, en términos generales, en estos 20 años las mujeres chinas están experimentado, más lenta o más rápidamente, un verdadero retroceso histórico: no sólo la discriminación por sexo y edad en el mercado laboral se ha hecho cada vez un asunto más grave y de dominio público, sino que además se han agravado todas aquellas prácticas y situaciones que allá por los años 50-70 desaparecieron en silencio: a saber, el matrimonio impuesto y la compra-venta de esposas, el rapto y la venta de mujeres, mujeres con salarios extremadamente bajos y sin seguro laboral, mercado de niñas trabajadoras, las condiciones extremadamente complejas y desiguales de la industria pornográfica y sexual, todo ello revive ahora en grados diversos y se expande sin cesar y, algunas como nunca, en las distintas regiones del campo y la ciudad. En realidad, y relacionado de principio a fin con el proceso de marginalización de la mujer, los problemas fundamentales que encara la sociedad china en su precipitada modernización se transforman al mismo tiempo en problemas de las mujeres. Si el problema social más acuciante de la China de hoy es la grave y extrema brecha que se ha abierto entre ricos y pobres, entonces el problema de las mujeres pobres es una de sus caras más amargas. Si la trastienda de la posición adelantada del progreso capitalizador de China es la alarmante cantidad de sangre y sudor de los trabajadores, entonces, las mujeres y niñas trabajadoras son, entre ellos, la mayoría que sufre la experiencia de la explotación. Si el problema más crítico que hoy encara China es la topografía deteriorada del campo, el volverse nada de los campesinos, entonces lo que este proceso hace visible al mismo tiempo es la feminización y el envejecimiento del campo.
Y por otra parte, en lo que a ojos de Europa y EEUU es «la China visible» – las masas urbanas de Beijing, Shanghai, del delta del Yangzé o del Río de la Perla -, en estas megápolis chinas que se propagan con rapidez, las mujeres urbanas, o, hablando con precisión, las mujeres jóvenes que han recibido educación superior y conseguido cada vez más libertades y espacio social, revelan un panorama totalmente distinto. Esto enlaza con la paradoja que subyace al sistema sexual del período maoísta: por una parte, está la alta posición social que disfruta el conjunto de las mujeres, por otra parte, sin embargo, está el rígido e inamovible sistema matrimonial. Entre las décadas de los 70 y 80, cuando los tremendos y violentos cambios de China comenzaron a afectar seriamente al conjunto de la sociedad, uno de los temas más criticados y repudiados socialmente fue precisamente el sistema matrimonial — denunciando y manifestándose en contra de todo aquel «matrimonio sin amor: matrimonio inmoral»[1]. Esto, que fue sin duda una de las ilustres victorias de la historia escrita por mujeres, alcanzó también, transformado en el discurso de hombres y mujeres, un alto grado de consenso y armonía. Consecuentemente, uno de los potenciales cataclismos de la sociedad china, y especialmente de la sociedad china urbana, es la ola de divorcios que viene continuándose y extendiéndose por todo el ancho del territorio, revelándose y desafiando al sistema matrimonial y familiar. En las metrópolis, la red de jóvenes de la «aristocracia soltera» -donde no faltan las llamadas «bellezas de cuello blanco»-, toda clase de modelos familiares y de cohabitación, así como parejas que voluntariamente no tienen descendencia van conformando gradualmente el paisaje urbano habitual de lo nada nuevo. Como movimiento social, la lucha de los hombres y mujeres homosexuales por sus derechos aún se topa con las presiones y controles del poder, pero aquellos que componen una familia o viven juntos han logrado en las metrópolis tácita aprobación.
Si el proceso de urbanización crea o trae consigo las olas de inmigrantes del campo a la ciudad, y de las ciudades pequeñas y medianas a las metrópolis; si decimos que esto es obviamente el hecho universal de todos los países que se encuentran en proceso de modernización, y especialmente de aquellos del tercer mundo, y que la peculiaridad de China apenas reside en su gigantesca escala –aunque más de 200 millones de población flotante supone ni más ni menos que una Norteamérica moviéndose en suelo chino; entonces, al mismo tiempo, los desplazados de las clases altas despliegan ante nuestros ojos el «corazón de las tinieblas»[2] de una gran ola regresiva en dirección opuesta: cada vez más estudiantes chinos en el exterior, turismo internacional, personal y directivos de compañías transnacionales de tecnologías avanzadas — los nuevos «ciudadanos del mundo» se añaden a este tour y a las olas migratorias del tercer al primer mundo; las jóvenes urbanas chinas aparecen vívidamente entre ellos. A pesar de que semejante realidad envuelve solamente a una pequeña minoría de las sociedad china, esta «pequeña minoría» es suficiente para proyectar un paisaje de magníficas vistas y espectacular como nunca. Más interesante es todo lo relativo a la escritura de experiencias transnacionales –incluyendo aquellas escritas en chino y en lenguas europeas, las obras de escritoras constituyen ya un horizonte escénico relativamente visible[3], en donde los temas y tópicos de la guerra y la post-guerra fría, de género y raza, se entretejen y enmarañan.
Fue también el hecho histórico de que el gobierno de la Nueva Era defendiera el sistema matrimonial de las décadas de los 50 y 70 lo que volvió a dotar de un determinado matiz político y sentido de justicia social a los discursos y representaciones de género. Uno de los hechos curiosos de los noventa es que la mayoría de las creaciones de mujeres artistas, que gradualmente fueron vistas como capital de la nueva industria cultural en desarrollo, y especialmente esas que constituyeron el punto álgido de los medios de masas, se articulaban en torno al cuerpo y el deseo femenino. En este panorama, a medida que el leitmotiv del feminismo se simplificaba en torno a la tríada «yo – yo misma- mi propio cuerpo», la llamada «escritura del cuerpo» iba encubriendo gradualmente la escritura de las mujeres[4]. Si decimos que un fenómeno tal como la cultura de género (sexual) ciertamente viene a simbolizar y narrar la liberación sexual de las ciudades chinas, entonces este mismo fenómeno se revela como un arma de doble filo: si la flexibilización del sistema matrimonial abrió un espacio social para el cuerpo femenino y la liberación sexual, un espacio social que hizo emerger del sustrato histórico todo tipo de sexualidades minoritarias, también ésta abrió de par en par las puertas a un machismo cómplice y fortalecido por el capital. Porque sin ninguna duda el severo sistema matrimonial de la década de los 50-70 servía a una necesidad de control social, pero también al mismo tiempo fue designado para erradicar la morfología del sistema tradicional de la autoridad marital –en realidad del más puro concubinato.
Consecuentemente, acompañando al proceso de reforma y apertura, y acompañando o tal vez debido a la relajación institucional, uno de los más pintorescos paisajes de la zona adelantada de la reforma social -el delta del Río de la Perla- son las hileras de grandes complejos de «señoritas» o «segundas esposas» (las llamadas «mantenidas» -lo cual no es tan exacto y preciso como decir «concubinas»- por o para los hombres ricos de fuera y dentro del país). Además, mientras la «escritura del cuerpo» (o como alguien diría del cuerpo de deseo) de las mujeres jóvenes de las metrópolis constituía provocaciones y resistencias varias al sistema patriarcal, al mismo tiempo, no obstante, vino a ocultar otro tipo de cuerpo femenino: los cuerpos exhaustos de las mujeres del campo que trabajan en la ciudad, de las trabajadoras del sexo de las clases más bajas, los cuerpos de las mujeres viejas. Mientras las jóvenes urbanitas usan su cuerpo pleno de vitalidad para escribir sobre deseo y retos, la sangre y el sudor de la fábrica, el cuerpo de coque de las trabajadoras quemadas en los incendios o el de todas aquellas a las que se les fue cerrada con candado y desde fuera la puerta principal, se pierde sorprendido en un crepúsculo remoto. Si decimos que, a fin de cuentas, el cuerpo es originalmente uno de los nodos donde confluyen modernidad y postmodernismo, entonces, en la realidad de la China de hoy, es al mismo tiempo otro de los lugares donde se entrelazan, confundiéndose, género y clase.
Hablando de las condiciones actuales de la mujer china, un importante suceso histórico fue el encuentro mundial de mujeres celebrado en Beijing en 1995. Para la China contemporánea, este encuentro significó que el feminismo lograse en China una extensa propagación e influencia; también significó que ONG´s internacionales entrasen en el país a una escala sin precedentes. Por una parte, la propagación del feminismo motivó su entrada masiva y la de los estudios de la mujer en las universidades e instituciones oficiales educativas, haciendo que a una velocidad asombrosa se articulase un proceso de especialización y organización interna, provocando además la relativa transformación de la Federación China de Mujeres –institución ésta establecida en los años 50 como un órgano de naturaleza ciertamente gubernamental. Por otra parte, las ONG´s promovieron y participaron en el renacimiento y la rehabilitación de los grupos sociales de base, permitiendo en cierto grado que los movimientos sociales volviesen a traer a la arena política los problemas de las mujeres de las clases más bajas. Pero, en contra de lo esperado, al mismo tiempo que todo esto sucedía, en China salió a la luz (o alguien diría se diseñó) cierto tipo de fenómeno tercermundista: en el proceso de reorganización del feminismo, la reconstrucción de los grupos de base de mujeres los hizo tremendamente dependientes de los grandes grupos de ONG´s y del soporte económico de las grandes fundaciones internacionales, convirtiéndose estas últimas en el modelo, los recursos financieros y la orientación de los primeros. Sin duda, esto viene a intensificar cierto tipo de lógica de la guerra fría en el período de la post-guerra fría, a agravar la tensión entre las cuestiones locales y el modelo occidental, al mismo tiempo que prescribe límites a la propia organización de los grupos de base de mujeres y a su propia capacidad regenerativa. Quizá sea ésta justamente la paradoja de las circunstancias de las mujeres en China hoy.
Al confrontar la China contemporánea, a un tiempo llena de vitalidad y acosada por la crisis, quien esto escribe quiere llamar la atención sobre la capacidad de renovación y de valerse por sí mismas de las organizaciones de base y entre ellas las de mujeres, arrojadas todas fuera del dominio económico; fijarse en que, en un proceso histórico muy diferente, la emancipación de la mujer de los años 50-70 revela una valiosa herencia; centrar la atención en que en la múltiple interacción entre la historia y la sociedad, el feminismo, una vez más, se revela como un capital cultural. Las mujeres chinas, que suman más de 600 millones, casi una octava parte de la población mundial, quizás puedan crear para el mundo de hoy una nueva y una otra trama posible.
[1] La proclama «el matrimonio sin amor es un matrimonio inmoral» es original de F. Engels; en China se expandió y se hizo un lugar común a partir de la publicación en 1979 del relato de Zhang Jie [张洁]»El amor no puede olvidarse» [Ai, shi bu neng wangjide 爱,是不能忘记的], donde citaba tal frase.
[2] Tomando aquí el título de la famosa novela del escritor polaco-americano Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas.
[3] Por citar sólo algunas, las más prominentes en lengua china son Hong Ying [虹影], Zhou Li [周励 ], y en lengua inglesa Zhang Rong [张戎], etc.
[4] Algunos trabajos representativos de diferentes períodos son: Chen Ran [陈染] El amanecer en los labios [Zuichun de yangguang 嘴唇里的阳光]; Lin Bai [林白] Guerra de una [ Yigeren de zhanzheng一个人的战争]; Mian Mian [棉棉] Candy [Tang糖]; Wei Hui [卫慧] Shanghai Baby [Shanghai baobei上海宝贝]; Mu Zimei [木子美] El libro de lo perdido [Yiqingshu遗情书].
* Originalmente publicado en el Anuario Asia Pacífico 2006, Fundación Cidob y Casa Asia
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中国女性的坐标
戴锦华
言说当代中国妇女的境况,一如言说中国,首先面临的是坐标与参照的多重与庞杂。
始自20世纪最后20年直至今日,仍在推进中的中国资本主义化及加入全球化的进程,加剧、而非弥合了中国社会内部的多重差别、对立与冲突。从某种意义上说,存在着远不止一个“中国”:城市中国/乡村中国、沿海中国/内陆中国、青年中国/老年中国、新富中国/新贫中国……。其间的天壤之别,他们所面临的迥异的社会境况与问题,使得“中国”、“中国妇女”成了并非自明的称谓和言说对象。
同样,我们也无法轻松地使用进步/倒退、改善/恶化等语词,来描述当下中国妇女生存的普遍状况。尽管贯穿整个20世纪,中国妇女解放运动几乎和中国民主革命的同始终,但中国妇女在政治、经济、法律意义上的全面解放,却是在1949年——中华人民共和国建立之初才得以实现和完成。“新中国”所确立的一系列法律,迄今为止,仍令中国妇女在法律与权利意义上是世界上解放程度最高的妇女。可以说,在全国范围内,深刻而全面的“土地改革”,令“耕者有其田”;在资源匮乏、人口密集、遭到东西方两大阵营的全面封锁的情况下,自力更生地完成国家工业化;以及全面的妇女解放,是毛泽东时代(20世纪50-70年代)中国社会难以质疑的成就。一如20世纪80年代,中国“改革开放”、“走向世界”、全面加入全球化进程,正是建筑在50-70年代中国工业化进程、或曰另类现代化进程的全面完成的基础之上;“新时期”中国妇女议题的深化与推进,则始终以此前的全面的妇女解放为其前提和基础。从某种意义上说,20世纪八九十年代,中国女性文化的全面形成、众多的女性艺术家(作家、诗人、电影导演、剧作家、戏剧导演、画家、雕塑家……)在主流渠道和此后的主流文化市场上所取得的骄人成就,正是实现“男女平等”的社会主义文化体制与性别现实所迸发的最后辉煌——尽管这一辉煌所成就的,多是对社会主义中国历史、其中的妇女状况的批判性反思、质疑与清算。如果说,这是一份不无悖谬或悖论性的事实,那么类似的悖论式情境,却是20世纪80年代以降中国的普遍现实。
然而,如果说,20世纪20年代后期,邓小平时代(或曰“新时期”)的开启,改革开放的中国在与世界的全面且深刻的互动中,开了一个全新的“历史进步”的过程,那么, 20世纪的最后20年间,就其整体状况而言,中国妇女却持续经历着或缓慢或急剧的历史倒退:不仅在不同层面的劳动市场上,性别歧视、年龄歧视成为越来越严重、公开的事实;而且诸多在50-70年代曾经销声匿迹的社会事实:包办、买卖婚姻、相当规模的拐卖妇女,价格极度低廉且缺乏劳动保障的女工、女童工市场,情形极为繁复、庞杂的色情业,开始在中国城乡的不同区域、以不同程度复活且不断发展。从某种意义上说,与中国妇女群体的边缘化进程相始终的是,急剧的现代化进程中的中国社会所面临的重要问题却同时成为妇女问题。如果说,今日中国社会最突出且急迫的问题是极端严重的贫富分化,那么妇女贫困便成为其中最严酷的面向之一。如果说,中国资本主义化进程的前沿景观便是规模惊人的血汗工厂,那么,女工、女童工便是其中备受剥削的多数。如果说,今日中国最具危机性的议题,便是农村的雕敝、农民的破产,那么这一过程同时呈现为农村的女性化和老年化。
而在另一边,在相对于欧美世界而言“可见的中国”:北京、上海及长江三角洲、珠江三角洲城市群——这些急剧扩张之中的中国超级大都市,城市女性,准确地说,是受过高等教育的青年女性则拥有了越来越多样的个人自由与社会空间,显现出另一幅迥异的图景。此间,20世纪50-70年代、或曰毛泽东时代的中国,联系着性别状况的一个悖谬性情形在于:一边是妇女普遍享有的极高的社会地位,一边却是极为严苛、不可撼动的婚姻制度。因此,七八十年代之交,当中国社会的剧变开始全面冲击中国社会之时,社会批判的重要议题之一,便是对婚姻制度——对所谓“没有爱情的”、“不道德的婚姻”的控诉[1]。如果说,这曾是女性书写的突出话题,那么它也曾成为此间男性和女性话语达成高度共识与和谐表述的主题之一。因此,20世纪的最后20年间,中国社会、尤其是城市中国社会的潜在激变之一,便是一次再次的、全国性的离婚潮,持续冲击着婚姻、家庭制度。在大都市中渐次形成的青年“单身贵族”群络中不乏所谓的“白领丽人”,种种同居家庭、自愿不育家庭渐次成为屡见不鲜的都市景观。如果说,作为社会运动的同性恋争取权力的抗争仍不时遭到权力机构的打压,但男女同性恋者间组成同居之家,却成为大都市间得到默认、至少是容忍的选择之一。如果说,都市化过程造成了乡村朝向城市、中小城市朝向大都市的内部移民潮;如果说,这显然是现代化、尤其是第三世界国家现代化过程中全球皆然的普遍事实,中国的特殊之处,仅在于其规模的巨大——逾2亿的流动人口,事实上成为一个在中国国土上流动着的“美国”;那么,与此同时,社会上层的流动则展现着一次所谓“黑暗之心”[2]的逆向反转的大浪:越来越多的中国留学生、国际旅游团、跨国公司中的高级技术人员及管理层——新“世界公民”加入了这一由第三世界朝向第一世界的旅行、移民浪潮,中国青年都市女性跃然其间。尽管类似事实所涉及的只是中国社会的极少数,但在中国巨大的人口基数之上,这“极少数”足以构成一幅颇为壮观且引人瞩目的图景。更为有趣的是,在相关的跨国经验的写作——包括中文与欧洲语言的写作中,女性写作者的作品构成了一道相当突出的文化风景线[3],其中性别与种族、冷战与后冷战的议题呈现出复杂而缠绕的多重表述。
也正是50-70年代政权维护婚姻制度的历史事实,为种种性话语与性再现赋予了特定的政治色彩与社会正义性。于是,一个有趣的事实是,20世纪最后十年间,渐次为新兴的文化工业视作重要资源的女作家创作,尤其是其中构成传媒热点与社会话题的作品,大都围绕着诸种女性身体、欲望与性的话题。在这一视域中,女性主义的主题渐次简约为“我/我的身体/我的自我”,女性书写也渐次为“身体写作”的命名所覆盖[4]。如果说,类似性别文化现象确乎标识、记述着中国都市性解放的推进,那么,它也同样显露了这一议题的双刃剑特征。如果说,婚姻制度的松动,打开了女性身体、性解放的社会空间,打开了少数人、诸如同性恋者浮出历史地表的社会空间,那么,它同样为与资本合谋并为资本强化的男权制度的洞开了大门。因为50-70年代婚姻制度的森严,固然是为了服务于社会控制的需要,同时也是为了根除传统中国夫权制度的主要形态:事实上上的多妻制。因此,伴随着中国改革开放的进程,伴随着或因制度的松动,在中国社会改革的前沿地带:珠江三角洲地区,都市的奇特景观之一,便是鳞次节比的大型“二奶”(为海内外富有的男人所“包养”的情妇、不如准确地称之为“妾”)楼群。与此同时,当都市青年女性的身体或曰欲望身体的书写构成了对诸种父权制度与文化的挑衅与对抗,类似以女性、女性主义为名的“身体写作”,却同时遮蔽了别样的、异质性的女性身体:农村打工妹、底层的性工作者、老年妇女的身体遭遇。当都市青年女性以其青春洋溢的身体书写着欲望和挑战,血汗工厂中,因从外面紧锁大门而在火灾中被烧成焦炭的女工的身体间或陷入了幽暝之中。如果说,身体原本是现代与后现代主义纠结的节点之一,那么,在今日中国的现实之中,它也同时是阶级与性别话语交错且缠绕的议题之一。
论及今日中国妇女的生存状况,一个重要的历史性事件,便是1995年世界妇女大会在北京的召开。对于当代中国,世妇会的召开意味着女性主义在中国获得了广泛的传播和影响;同时意味着国际NGO组织开始以空前规模全面进入中国。一方面,女性主义的传播催生或助推女性主义、女性学全面进入了大大学教育,以惊人的速度铺陈开其学科化与机构化的过程,并在一定程度上改变了中国妇女联合会——这一建立于50年代的准官方妇女机构的性质、功能;另一方面,则是NGO组织参与、推动了中国基层妇女组织的复活与重建;在某种程度上,以准社会运动的形式将中国基层、底层妇女的社会问题重新带回社会论域。但不期然间,世妇会召开同时在中国突显或曰建构出某种第三世界境况:这便是女性主义、妇女议题在中国的机构化过程、基层妇女组织的重建极大地依赖于大型国际NGO组织、国际大型基金会的资金支撑,后者便事实上成为前者的规范与导向性力量。这势必强化了某种后冷战时代的冷战逻辑、加剧了西方范式与本土问题间的张力,同时限定了妇女组织的自我组织与自我更生的能力。这或许正是今日中国妇女议题的又一处悖论式情境。
面对危机四伏又生机勃勃的当代中国,笔者瞩目于中国被抛出经济版图之外的基层社会、其中的妇女的自救与更生能量,瞩目于在迥异的历史进程中,50-70年代妇女的全面解放所显现出的遗产价值,瞩目于历史与社会现实的多重互动中,女性主义再度显现出的资源意义。中国妇女,这总数多达6亿以上,几乎相当与人类的八分之一的群体,为今日世界创造出新的可能与别样的故事。
[1] 所谓“没有爱情的婚姻是不道德的婚姻”,语出自恩格斯(Friedrich Engels),因女作家张洁发表于1979年的短篇小说《爱,是不能忘记的》的引用而名传遐迩。
[2] 英国-波兰作家约瑟夫·康拉德(Joseph Conrad)的小说《黑暗之心》(Heart of Darkness)。
[3] 其中最为突出的有以中文写作的女作家虹影、周励,以英文写作的张戎等。
[4] 其中不同时期的代表作家有陈染《嘴唇里的阳光》、林白《一个人的战争》、棉棉《糖》、卫慧《上海宝贝》、木子美《遗情书》。