por Wang Min’an
Muchos se extrañarán de que haya escrito este libro. Uno de mis estudiantes –muy aplicado él- me preguntó en cierta ocasión dónde estaba el sentido académico de estos artículos. Lo cierto es que este breve volumen responde a una razón sencilla: paso la mayor parte del tiempo en mi casa (ventajas de ser profesor de universidad). Aunque esté solo, nunca me agobio por quedarme en casa (nunca he sido muy viajero). Por descontado, esto no quiere decir que carezca del más mínimo interés por los demás ni por el mundo exterior. Prefiero quedarme en casa por la sencilla razón de que me siento más cómodo que en ningún otro sitio. Al reconocer esto, también me di cuenta de que los aparatos de la casa tenían mucho que ver en ello. Tales aparatos pueden satisfacer todas mis necesidades: el aire acondicionado es capaz de poner coto al sol abrasador del exterior; el móvil me permite eludir la soledad; el televisor y el ordenador satisfacen mi curiosidad (me interesa muchísimo lo que ocurre fuera); y la lavadora, el frigorífico y el calentador de gas me permiten reponer sin ningún esfuerzo los alimentos y la vestimenta. Además, en el Pekín de hoy día, el purificador de aire me hace ser menos reticente a respirar dentro de casa (me he comprado dos purificadores casi de seguida). Así, pues, ¿qué necesidad tengo de salir a charlar y ajetrearme?
Por eso me agrada quedarme en casa, arropado por toda clase de aparatos. He vivido en distintas casas (en una casa propia, en un apartamento de la universidad y en pisos de alquiler), pero todas estas viviendas, aun siendo totalmente diferentes, contaban con los mismos aparatos (algo que puede considerarse incluso como global). Aparatos y vivienda se han fundido en uno. De no ser por estas máquinas, la vivienda quedaría incompleta –es posible que la noción actual de vivienda haya cambiado. Los aparatos insertados en la propia estructura se han convertido en partes orgánicas de la vivienda. Estar en casa no sólo implica quedarse en el interior de una estructura arquitectónica de hormigón armado, sino también, permanecer dentro de esos aparatos. La experiencia habitacional, como experiencia espacial, constituye además una experiencia de uso de los aparatos domésticos. Mantengo contacto con estos aparatos durante todo el día, son una parte fundamental de la vida. Así, pues, ¿cómo no escribir sobre estas experiencias? Dichas experiencias tienen un carácter histórico –la vivienda está sometida a cambios y, con ella, los aparatos que la acompañan, y es por eso que la vivienda y la experiencia vital van cambiando, ciertamente. Mi experiencia individual con el uso de los aparatos es sin duda una experiencia contemporánea (hace tres décadas, la gran mayoría de estos aparatos todavía no habían aparecido; de aquí a tres décadas, quién sabe si estos aparatos continuarán existiendo, o mejor dicho, quién sabe si seguirán existiendo de la misma forma), e incluso una experiencia universal. Estos aparatos han reconfigurado la vida de la gente y, por ende, la Historia. Galopan libremente por todos los rincones del globo, por encima de ideologías concretas. Por eso, al dejar constancia escrita de mis experiencias con estos aparatos, intento dejar constancia de la época presente. Creo que hay muchas y muy diversas maneras de reflejar esta época, ya sea mediante relatos (cinematográficos, literarios, históricos) o bien mediante el análisis de conceptos e ideas, o incluso a través de acciones e intervenciones. Podemos ver que existe todo un acervo de debates y representaciones sobre lo característico de la época actual, cada cual con una perspectiva, unas razones y unos juicios al respecto. Y sin embargo, yo, que tanto tiempo paso arrullado en mi casa, sólo deseo dejar constancia de esta época en la que me hallo a través de mi propia experiencia habitacional o, más exactamente, de mi experiencia propia con el uso de los electrodomésticos.
He escrito sobre mi experiencia con los aparatos, pero no se trata de una investigación sobre los aparatos en sí. Soy un completo profano en materia de máquinas, y no me interesan en absoluto. Ignoro totalmente los principios que rigen su funcionamiento, soy apenas un usuario del nivel más básico (a día de hoy, todavía no sé conducir). Hablo de los aparatos porque dependo mucho de ellos. Si hasta alguien que no tiene el más mínimo interés por los aparatos se relaciona y se carea con ellos de manera cotidiana, ¿no es esto una evidencia de que los aparatos generan un uso para cada persona? Los conceptos y las acciones pueden cambiar la Historia, pero también pueden cambiarla los objetos y los aparatos. Si es así, ¿por qué los debates académicos se limitan al ámbito de lo humano, los conceptos y las ideas, y dejan de lado el ámbito de los objetos materiales? Al igual que los conceptos y las ideas cuentan con su propio destino, del mismo modo los objetos poseen un destino propio y específico. Estos objetos basados en la electricidad también van alejándose de la voluntad humana para evolucionar de manera autónoma, emprendiendo sus propias y fascinantes trayectorias vitales. El capítulo dedicado al teléfono móvil lo escribí hace varios años. Al leerlo ahora, me doy cuenta de que aquellos móviles ya casi han desaparecido, pero sus descendientes ya se han extendido hacia la era digital. Además, hay ciertos aparatos muy vinculados a una época concreta, por eso cuando escribo sobre un aparato, hago más que escribir sobre su época. Ciertamente, las máquinas están sometidas a un proceso de vida y muerte, pero ¿no se trata del proceso histórico de un objeto? ¿Y acaso cada instante del proceso histórico de ese objeto no es un instante transversal de la Historia? ¿Acaso no cuentan con sus zonas recónditas? Quizá necesitamos nuevas biografías que no nos hablen de personas ni conceptos, sino de objetos, de su nacimiento y su muerte.
Si bien tiendo a asumir que mi experiencia se solapa en parte con la de los demás, procuro elevar mi experiencia propia hasta una suerte de experiencia común. Aun así, debo reconocer que estas notas proceden de mi experiencia individual. Tampoco me he basado en referencias de nadie (he leído pocas discusiones sobre este tema). Si ocasionalmente incurro en citar a alguien, es para proporcionarle un atavío académico para su uso en la publicación (debo atenerme a las normas académicas, ya que un escrito sin notas no se considera un artículo académico). Por esta razón, debo dar las gracias especialmente a las revistas Wenyi Yanjiu y Huacheng que, con su apertura de miras, hicieron posible la fortuna de publicar estos textos que ni por el tema ni por el estilo se asemejan demasiado a unos artículos académicos.
Escribí estos textos en momentos diferentes . En un principio, no tenía la intención de escribir un libro, pero cuando ya llevaba escritos varios textos, sentí el impulso de elaborar todo un libro. Sin embargo, tras redactar otros tantos escritos, quise acabar y dejarlo de lado, desistiendo de la idea de convertirlo en un volumen –ciertamente, la escritura no siempre se atiene a lo que uno quisiera. Noté que cuando uno escribe muchos textos parecidos, el resultado es denso, y por eso descarté escribir varios capítulos más que tenía planeados. Así, dichos textos aparecen ahora bajo la forma de un librito. Sé que la gente de hoy no tiene la paciencia suficiente como para lidiar con artículos extensos –mucho menos con artículos extensos sobre un tema tan soso y mediocre como este. Así que lo dejo aquí.
Octubre de 2014
*Posfacio del libro Lun jiayong dianqi, publicado en 2015 por la editorial Henan Daxue Chubanshe.
Traducción de Manuel Pavón Belizón