Prólogo a Juventud

Han Han

traducido por Tyra Díez

 

Juventud recopila algunos de mis artículos más recientes. Originalmente se publicó en Taiwán, edición que, naturalmente, difiere bastante de la presente edición continental. El título proviene de un artículo previo que escribí cuando los trabajadores de Foxconn no paraban de tirarse por la ventana. Es juventud un término muy amplio y en realidad no muy idóneo -como cuando no sabes qué hacer con un grupo de fotos que has ido tomando por la calle y lo llamas “China”. Pero ocurre que a diferencia de muchos de los que pasan por la juventud, este artículo ha logrado sobrevivir. El amigo del que hablaba era mi vecino, que aparecía en diversos escenarios, hasta en la revista Coro de solistas por la que todos preguntan; y es que él es como una miniatura de los jóvenes, tras visitar multitud de pueblos y ciudades más me lo parece aún, con unos años ya, perdida la juventud más joven, pisando la madurez, listo, diligente, privado, sin esperanza, quiere vivir mejor y vive peor, tiene ideales pero no se atreve, quiere emprender pero teme el fracaso, ansía el amor pero está casado, odia los privilegios pero reverencia, despotrica del sistema pero desearía ser funcionario, quiere una casa y los precios suben, quiere un coche y la gasolina esta más cara, saciado es valiente, hambriento cobarde, respeta las normas pero quiere la trampa, piensa perpetrar pero le ponen multa cada vez que se deja la moto en la acera. Oye por ahí que la clase de los no escogidos se las apaña bastante bien, como si el no traer nada tuviese un cariz de estímulo positivo. Pero luego en un abrir y cerrar y de ojos, hay que pagarle al niño las tasas de la escuela elegida.

A pesar de que la emoción por lo general no aflora, por suerte unos cuantos recuerdos hacen de red salvavidas. En realidad a mi la palabra “ideales” no me gusta, porque hoy más que nunca se ha convertido en un término vacío, envoltorio con el que las empresas adornan sus inquietudes humanitarias, como si un par de anuncios pudiesen agitar el fondo del corazón de los jóvenes, como si todos tuviésemos que tener la experiencia de haber escalado el Everest o conquistar el Sahara, ya que de lo contrario estás perplejo y entumecido. En realidad no es para nada así, pues lo que un billete de avión determina, es, hablando con propiedad, un plan de viaje. Y los ideales en sí mismos no son nada, ni una pizca elevados, los ideales no tienen ningún sentido sino algo de aspiración, son como una expresión estética del deseo. De modo que nunca he creído que enfatizar los ideales sea una forma de redimir a la juventud. En verdad no pienso que la juventud tenga que ser salvada de nada, ni que necesite ninguna dirección, ideal o esperanza.

Parece que todos los de una generación piensan que han ido a parar a una que no les corresponde.

Aquí no termina el camino, ni estás ya sólo.

 

*El original puede leerse aquí.