Libertad intelectual en China: complejidad frente a relatos y lecturas parciales

Los principales medios de comunicación suelen ofrecer una atención muy diferenciada a los casos de censura de medios y espacios intelectuales que ocurren en China según sus tendencias ideológicas. Esta parcialidad resulta elocuente en varios aspectos. Los relatos y los análisis en clave de blanco/negro son interesados e incapaces de dar cuenta de una situación mucho más compleja y reveladora.

 

Los últimos meses –y podríamos decir que el último año largo- han venido salpicados de noticias aciagas sobre el ámbito cultural, intelectual y académico en China. Poco después de la ascensión de Xi Jinping a los más altos cargos institucionales del país, los medios anglosajones –que marcan el paso a los de muchos otros países, y que moldean la agenda informativa de los hechos, así como los relatos sobre tales hechos- han ido dando cuenta de una retahíla de propósitos y despropósitos por parte de la oficialidad china: del brumoso Documento nº9 que llamaba a neutralizar los elementos ideológicos “occidentales” del mundo académico, hasta aquel discurso de Xi Jinping sobre las artes y las letras en el que muchos leyeron una emulación deliberada del foro de Yan’an de 1942… Todo salpicado con desapariciones de libreros hongkoneses y eventuales toques de atención, cuando no expulsiones, de publicaciones y académicos en las universidades chinas.

Un caso reciente se dio a principios de octubre de 2016, cuando la web 21ccom.net (共识网), un foro de debates de temas variados, echó súbitamente el cierre.

Sin embargo, fue el caso de la revista Yanhuang Chunqiu (炎黄春秋) el que generó más atención mediática. Yanhuang Chunqiu es (o era) una publicación histórica caracterizada por una línea editorial “reformista” o “liberal”, en los términos que la prensa anglosajona suele usar para cartografiar el panorama político e intelectual en China. Los editores de esta publicación fueron destituidos y en su lugar se posicionó a un nuevo equipo con una línea editorial oficialista y ostensiblemente menos crítica hacia el Partido. Un aspecto subrayado por no pocos medios era el supuesto carácter “izquierdista” de los nuevos editores al mando.

Algo antes, se produjo otro caso similar con el súbito cierre de una publicación de eminente carácter crítico: el blog del colectivo Potu/Groundbreaking.cn (破土). Se trataba de un colectivo de jóvenes ligados al mundo académico que se autoposicionaban en la izquierda, y que se han caracterizado durante su andadura su andadura por el tratamiento de problemáticas sociales como las crecientes desigualdades, las problemáticas de colectivos minoritarios, la explotación laboral o las tribulaciones del mundo rural. Para ello, adoptaban una perspectiva teórica social crítica con énfasis en los factores estructurales e históricos. Según contaron en su anuncio de disolución, la web y blog con que este colectivo contaba para publicar sus artículos y anunciar sus actividades offline fue bloqueada sin previo aviso. Tras tres meses de gestiones frustradas y respuestas confusas, el grupo decidió dejar de intentarlo y disolverse. Este caso no ha tenido eco alguno en la prensa ni dentro ni fuera de China.

El cierre de los medios liberales en China es esperable, aunque no por ello menos lamentable. Sin embargo, que un medio de las características, los contenidos y el enfoque de Potu/Groundbreaking.cn también sea objeto de censura debería generar muchas preguntas sobre las motivaciones de dicha censura y, de manera más general, sobre la tesitura política, social y económica actual en China (y, todo sea dicho, en el resto del mundo).

El contraste de la atención que se ofrece a los casos de censura de medios y espacios intelectuales según sus tendencias ideológicas puede resultar elocuente en varios aspectos. Para empezar, dan cuenta del poco tino con que algunos medios supuestamente de prestigio analizan la realidad política, social y cultural de China. Si echamos un vistazo a los artículos que ha ido publicando desde 2012 la prensa mainstream anglosajona haciendo cábalas sobre las preferencias ideológicas del actual liderazgo chino, saltarían a la vista los bandazos que han dado sucesivamente en sus interpretaciones, incluso dentro de un mismo medio. Algunas decisiones recientes en materia de economía nos llevarán, cuanto menos, a poner en cuarentena la idea alimentada por algunos de esos medios de que Xi Jinping era un izquierdista rampante. Más aún, revelan lo parcial del tratamiento que hacen los grandes medios sobre las problemáticas culturales, académicas e intelectuales en China, y las informaciones interesadas sobre lo que sucede en el ámbito sociopolítico. El tratamiento del fenómeno de la censura suele ser interesado y muestra una descarada preferencia por informar de los casos que afectan a posiciones “(neo)liberales”. Son escasas las referencias a casos de censura contra colectivos de izquierda crítica en China (como el de Potu) que plantearían una mayor complejidad de análisis, con cuestionamientos que darían al traste con un relato en términos de blanco/negro.

Concluiremos no sin antes hacer una reflexión en paralelo: hace tiempo que tanto el ámbito político como el intelectual vienen dando muestras del desajuste que supone a veces utilizar las categorías de izquierda y derecha en China para definir posiciones. Dadas las circunstancias históricas en este país asiático durante las últimas décadas, estas categorías ideológicas deben manejarse con mucha prudencia, y teniendo bien en cuenta las brechas transnacionales de sentido, que existen no sólo entre el contexto chino y el “occidental”, sino también (y sobre todo) entre los contextos latinoamericanos, europeos, y estadounidenses. ■